martes, 8 de junio de 2010


El cinismo. Poder, placer e identidad.

Acudí en febrero a una conferencia sobre la moral de los cínicos, Platón y Nietzsche, que impartió el profesor de la Universidad de Barcelona Daniel Gamper en la Biblioteca Jaume Fuster.

El profesor trató el término griego paraxía, que definió como “el hablar franco o el coraje de la verdad, el hablar sincero, desde el corazón”, “aquello que por decirlo según a quién, puede acarrearnos la muerte y, sin embargo, lo decimos a sabiendas”. Para que la paraxía exista no hay igualdad de condiciones. El paraxíasta está por debajo. El cínico decía la verdad por más que ésta le comportara el destierro, la ignominia o, incluso, la muerte.

“¿Por qué lo hacía, entonces?”, le pregunta una chica del público. “Por el acto de la verdad, no por demostrar ni por persuadir”, le contesta. “Aún no me queda claro”, replica ella, “¿en beneficio propio?”. En este momento, la inquietud me supera y, sin pedir turno de palabra, tercio: “Pienso que era por placer”. A lo que el conferenciante contesta: “Creo que zozobramos hacia el campo de la psicología, pero sí, dudo que hagamos algo que nos disguste. Más que placer goce”, puntualiza.

Digo. El cínico dice la verdad porque es débil. Al fuerte no les es necesaria la verdad: se impone y punto. El cínico goza al mantenerse firme en la afirmación del conocimiento, pese a que éste o su difusión le comporte un problema para su integridad física.

El goce que siente el cínico al decir la verdad ante el poderoso le confiere también poder e identidad. Afirmar su ser, le otorga poder. Placer, poder e identidad van unidos de forma inextricable.

Manteniéndose firme (de)muestra a su oponente que “sólo” blandiendo la razón y la verdad se coloca a la altura del más poderoso a pesar de que el suyo –digamos, el poder tangible- represente una ínfima parte del del otro. Cierto que la osadía le puede costar caro pero el filósofo prefiere permanecer junto a la verdad (no en), la única arma que posee para decirse a sí mismo que yo, su identidad, su existencia es, pese a las vicisitudes y las circunstancias de cada momento.

Vivir junto a la verdad, bajo la excusa del tipo “no quiero vivir una mentira” o “qué mérito tiene vivir en la contradicción como hace la mayoría”, le proporciona el poder y placer –sensaciones de existencia- que comprende que las circunstancias no le otorgan.

1 comentario:

  1. excelente post, maravilloso : ) ... mas, mezclar cinismo con la valentía de ser honesto como que no.
    la Verdad nada tiene que ver con las excentricidad. pienso que, el cínico desea ser honesto pero sin profunda intención de alimentarse con la verdad ni con quien la comparte, aunque la Verdad es Siempre, la Verdad. sonata

    ResponderEliminar